Loly Gils, el orgullo de una puta argentina


Noticias

Cuando se habla de prostitución siempre se saca a relucir la realidad de las chicas que peor viven de este trabajo. Las que están obligadas a llevarlo a cabo, a veces incluso esclavizadas. Las que viven en la miseria incluso trabajando en ello, por tener que ceder parte de sus ganancias a los proxenetas… ¿Quién en su sano juicio querría ser escort en estos términos? Evidentemente, el trabajo de prostituta no suele ser vocacional, como ya hemos podido comprobar en multitud de ocasiones. Y sin embargo, cada vez son más las chicas que, conociendo los peligros de este negocio, deciden iniciarse en él. Eso sí, deben tener muy claro cómo entregarse en el placer, a qué tipo de gente unirse, y con quien trabajar. Porque aunque muchos no lo crean, también hay escorts que son capaces de tomar esas decisiones por sí mismas. Sin ser obligadas, se introducen en este mundo de pasión y vicio, porque lo desean.

Para ellas es un trabajo cualquiera, e incluso se sienten orgullosas de lo que son capaces de hacer. Desde una perspectiva moral, esto nos puede resultar tremendamente complejo porque estamos acostumbrados a imaginar que ninguna chica quiera ser prostituta. Sin embargo, cada persona es un mundo, y hay gente que no tiene miedo a ser señalada solo por el trabajo que realiza. Al fin y al cabo, estas prostitutas tampoco hacen daño a nadie con sus servicios, más bien al contrario. Trabajan por su cuenta, para sí mismas, y así manejan su tiempo, sus tarifas… Es, desde luego, una opción mucho más viable que el estar pendiente de alguien que maneje nuestros servicios. Es ahí donde empiezan los problemas, cuando trabajamos para otras personas. La libertad de poder escoger un trabajo que nos gusta, aunque sea el del sexo profesional, debería existir para cualquier mujer del mundo. Siempre que lo haga de forma consciente y propia, ¿qué problema hay en que una chica se convierta en amante profesional? Así lo hacen muchas jóvenes para pagarse sus estudios, y también mujeres algo más veteranas, que han encontrado en este negocio un gran nicho de mercado.

Quién es Loly Gils

Su nombre tal vez no sea tan conocido como el de muchas modelos o artistas famosas, pero su aparición causó un gran revuelo gracias a su entrevista para un diario online. En ella, Loly se presentaba como una mujer madura que llevaba años convertida en prostituta, por elección propia. Una puta que estaba, además, muy orgullosa de serlo, y que no sentía ningún tipo de estigmatización por su trabajo. Su trayectoria vital no había sido precisamente idílica y como tantas otras, entró en ese mundo por necesidad. Al menos al principio. Luego tuvo el valor de comprender que había nacido para el placer y el vicio, y que debía sacarle partido a todo eso que llevaba dentro, entregándose con los hombres.

Nacida en Buenos Aires, Loly se crío en una casa donde no la amaban. Su madre solía pegarle, y la situación se agravó cuando su propio tío abusó de ella con dieciséis años. Aquello le hizo huir de casa para salir con cualquier chabón que supiera encandilarla. Así nació su primer hijo, cuando ella solo tenía 18 años. Aquello lo complicó todo, y Loly fue saltando de relación en relación, sin encontrar nunca al hombre de su vida. Reconocía que estaba con ellos por tener sexo y compañía. Tuvo otra hija, años después, y trató de sobrevivir con el sueldo de mesera en una casa de las afueras. Hasta que un día, las cosas cambiaron para siempre, cuando entendió que estaba dejando escapar su verdadera vocación, su talento.

Su experiencia

Loly no duda en contar su experiencia tal y como ocurrió, sin tabúes ni ningún tipo de vergüenza. Se encontraba laburando en un boliche cuando una compañera, pasando por las mismas penurias económicas que ella, le propuso comenzar a hacer shows en webcam. Aquello al principio le sonó algo raro. ¿De verdad se ganaba plata por enseñar el cuerpo en Internet? Cuando pudo comprobarlo con sus propios ojos, Loly entendió que había encontrado un filón. Siguió trabajando como mesera, pero al poco tiempo le ofrecieron estar con una pareja. Aquello le pareció lindo y la experiencia fue tan bien que al llegar a casa, decidió convertirse en prostituta. Era una mina caliente, estaba buena y siempre había sabido complacer a los hombres y a las mujeres. Aquello era lo suyo.

Prostituta por elección

La morocha siempre afirma orgullosa que es una señora prostituta, y a mucha honra. Ella misma eligió llevar a cabo esa primera relación pagada. Fue en parte por necesidad, reconoce, pero también por ese ardor que mantenía en su interior. Siempre había sido una chica muy caliente y ahora había encontrado la forma de aprovecharlo. Y de ganar mucha más plata que con los trabajos normales que solía realizar, desde luego. Tener que criar a sus dos hijos sola y  necesitar siempre de mucho dinero para salir adelante fue lo que la puso en el camino de la prostitución. Pero se quedó para disfrutar, para elegir con quién se encamaba, para hacer los servicios que solo ella quisiera… Nada de obligación, nada de sórdidas historias, nada de clientes violentos. Loly se siente agradecida por haber encontrado esta oportunidad porque, como ella misma dice, el infierno ya lo vivió en casa. Y esto es como el paraíso.

La prostitución en Argentina, a debate

Argentina siempre ha tenido una condición algo confusa con respecto al mundo de la prostitución. Evidentemente, como en muchas otras naciones, este trabajo se ha visto sentenciado por la propia sociedad, que ha estigmatizado a las mujeres que lo llevaban a cabo. Sin embargo, la prostitución no es delito en nuestra nación, siempre que se lleve a cabo de forma voluntaria, como lo hace Loly, por ejemplo. Lo que no está permitido es obligar a ninguna chica a prostituirse, ni crear una red de prostitución en boliches o whiskerías. Estos delitos están fuertemente perseguidos y penados. Sin embargo, a las chicas que ejercen por su cuenta no se las multa… aunque tampoco se les da derechos.

Es esa ironía la que nos hace pensar que lo que se busca es olvidarse de ellas, dejarlas a un lado, y hacer como que no existen. La invisibilización de estas mujeres, cuando se las aparta a lugares del extrarradio, cuando se las deja sin derechos, lo único que hace es incidir en sus problemas. Muchas amantes profesionales quieren tener seguros, planes de jubilación o de paro, pero les es imposible por no contar con esas opciones por su trabajo. Son trabajadoras legales, pero no pueden ganarse este tipo de subsidios, al menos trabajando como escorts. Esto lleva a que muchas tengan situaciones de exclusión social, y pidan por sus derechos. El debate está abierto, pero no es fácil cambiar la mentalidad de una sociedad que lleva tanto tiempo intransigiendo con este tipo de mujeres.